Este artículo surge como sistematización de prácticas formativas llevadas adelante con los alumnos de los profesorados de EGB 1 y 2 en el marco de la cátedra Taller de Docencia I. El objetivo que perseguimos es indagar acerca de la historia escolar de los alumnos y como la narrativa de sus propias biografías escolares les permite constituirse como sujetos portadores de experiencia y saber acerca del sistema educativo.
Partimos de la idea de pensar la biografía escolar[1] como el período vivido en la escuela por los alumnos en formación siendo éstos alumnos, es decir los trayectos formativos por los que han pasado hasta llegar a constituirse en sujetos de aprendizaje de la formación docente. Siguiendo la línea de trabajo que permite pensar “cómo aprenden los que enseñan”[2] creemos que las experiencias escolares constituyen una fase formativa “clave” y que su abordaje resulta enriquecedor para entender, luego, la práctica profesional del docente.
Gran parte de lo que se aprende en la escuela resulta verdaderamente significativo a la hora de “actuar” la enseñanza. Podríamos pensar no sólo en los contenidos más formalizados de la enseñanza sino también en ciertos contenidos que forman parte del currículo oculto, en las rutinas escolares, en el aprendizaje de roles y funciones escolares, en las formas de interacción social escolar, en el abordaje de las efemérides, etc. Todos aprendidos en nuestro paso por la escuela. Tal como señala Elsie Rockwell “permanecer en la escuela durante cinco horas al día, 200 días al año, doce o más años, necesariamente deja huellas en la vida”[3]. Nuestra intención era indagar las marcas de estas huellas formativas en las prácticas docentes.
La escuela que llevamos dentro como una marca de nuestra infancia revela aquello que hemos aprendido como alumnos y que ponemos en juego, aunque posicionados ahora en el lugar del que le toca enseñar. Concretamente, nos referimos a lo que los maestros hemos aprendido “en situación”, en todos los años que fuimos alumnos y que opera en nuestras representaciones como “negativos fotográficos” que muchas veces “revelamos” a la hora de enseñar. Hay una suerte de esquemas prácticos de actuación que hemos internalizado siendo alumnos y que enfrentan a nuestros mejores esquemas teóricos aprendidos durante la formación.
A veces se trata del recuerdo de un maestro o profesor cuya actuación o desempeño ha sido especialmente valorado en la propia escolaridad. Esta valoración puede ser positiva: “recuerdo a mi maestra que se solidarizó mucho conmigo, me ayudaba con un problema delicado que tenía en la vista…”, “me reconocían mucho mi esfuerzo”, “me acuerdo del aprecio y la valoración de mis profesores cuando mis padres se separaron… me sentí muy contenida”, “me eligieron para un proyecto y sentí que depositaban confianza en mí”, “recuerdo una profesora que valoraba mis trabajos”, “me hizo sentir muy bien que mi maestra me dijera que era capaz”[4].
También la construcción de la historia escolar puede estar marcada por estigmas negativos, como por ejemplo: “me acuerdo que me retaban delante de todos mis compañeros y eso me ponía peor”, “mi maestra me dijo que era una maleducada cuando intenté dar mis razones sobre un tema”, “me sentí incomprendida por la docente y eso me hizo aislarme más”, “la maestra me hizo llorar de rabia porque se burlaba de nosotros”…[5]
Ferry[6] concibe la formación como un “trayecto” que atravesamos los maestros y profesores, durante el que transitamos por diferentes experiencias e interactuamos con diversos cuerpos de conocimientos, enfoques y personas. Todas estas experiencias son “formativas” y, por eso, la preparación profesional no puede explicarse a partir de una sola de ellas. En ese largo camino que los docentes recorremos en todos los años que somos alumnos, interiorizamos:
· modelos de enseñanza: los alumnos recuerdan los contenidos enseñados mediatizados por los métodos o técnicas de enseñanza, por ejemplo la enseñanza de la lectoescritura.
· adquirimos saberes y reglas de acción así como también pautas de comportamiento tales como las normas disciplinarias explícitas e implícitas, las expectativas de conductas esperadas, los premios y las sanciones a las que los alumnos refieren en sus biografías.
· construimos esquemas sobre la vida escolar, tales como los roles y funciones que cada actor social tiene dentro de la escuela, que se espera de él, cómo debe comportarse. Estos esquemas muchas veces se reproducen a la hora de actuar el rol docente.
· formamos creencias firmes y perdurables. Los alumnos reconocen en la escuela y en sus maestros los fundamentos de muchas de sus creencias y opiniones actuales.
· representamos imágenes sobre los docentes y su trabajo, tales como los derechos, deberes, obligaciones y responsabilidades del maestro en el contexto de cada escuela.
· elaboramos teorías, creencias, supuestos y valores sobre la naturaleza del quehacer educativo.
El paso por la escuela nos hace partícipes de una cierta cultura escolar. Somos formateados por ella. Los trabajos autobiográficos realizados con los alumnos de la formación docente muestran que ellos son portadores de modelos, concepciones y representaciones acerca de los procesos escolares, las escuelas, los docentes y su trabajo.
Recuperar estos saberes, desnaturalizarlos, ponerlos en palabras, significarlos y darles sentido nos ha permitido recorrer los primeros pasos de la formación docente.
Para poder pensarse como docente es necesario revisar y significar nuestras experiencias como alumnos. Desocultar aquellas experiencias escolares, aquellos sentimientos que acompañaron nuestro paso por la escuela, narrar lo que uno vivió, revisar la forma en que transcurrió su escolaridad, implica una construcción en el proceso de subjetivación, una reflexión y reconstrucción que permitirá comprender mejor nuestras prácticas docentes y, en cierto sentido, proyectarlas en el futuro para poder así, transformarlas.
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[1] Cfr. Alliaud, Andrea. “La experiencia escolar de maestros inexpertos. Biografías, trayectorias y práctica profesional”. Revista Iberoamericana de educación versión digital. Buenos Aires, 2003.
[2] Cfr. Davini Cristina. “Como aprenden los que enseñan”. Miño y Dávila. Buenos Aires, 1998.
[3] ROCKWELL, ELSIE. “La escuela cotidiana”. Fondo de Cultura Económica. México, 1990.
[4]-5 Material extraído de trayectorias escolares realizadas por alumnos del Taller de Docencia I (Trayecto de Práctica), de la carrera de Profesorado de EGB 1 y 2, cohorte 2006.
[6] Ferry, Gilles. El trayecto de la formación. Los enseñantes entre la teoría y la práctica. México, Paidós,1990.
[1] Cfr. Alliaud, Andrea. “La experiencia escolar de maestros inexpertos. Biografías, trayectorias y práctica profesional”. Revista Iberoamericana de educación versión digital. Buenos Aires, 2003.
[2] Cfr. Davini Cristina. “Como aprenden los que enseñan”. Miño y Dávila. Buenos Aires, 1998.
[3] ROCKWELL, ELSIE. “La escuela cotidiana”. Fondo de Cultura Económica. México, 1990.
[4]-5 Material extraído de trayectorias escolares realizadas por alumnos del Taller de Docencia I (Trayecto de Práctica), de la carrera de Profesorado de EGB 1 y 2, cohorte 2006.
[6] Ferry, Gilles. El trayecto de la formación. Los enseñantes entre la teoría y la práctica. México, Paidós,1990.
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