martes, 17 de noviembre de 2009

Narrativa e identidad/es[1]


Responder la pregunta acerca de quiénes somos invita a contar una historia. Contarnos a otros es construir un relato del que somos protagonistas, autores y narradores. Esta construcción es una interpretación narrativa de nosotros mismos, una autocomprensión. Del mismo modo, comprender a otra persona supone comprender las historias que ella nos cuenta o que sobre ella escuchamos.La identidad de una persona y el sentido de cómo piensa que es y cómo siente se nos presentan a través de su historia. El sentido de lo que pensamos que somos y la manera en que nos presentamos en el mundo se construyen narrativamente. Desde esta mirada, retomamos el concepto de identidad narrativa[2], desarrollado por Paul Ricoeur, entendida como la narración que una persona hace de sí misma y para sí misma. Según este autor, la noción de narratividad es interesante para pensar la noción de identidad, ya que esto señala la presencia de la ficcionalidad. Recurrir a la idea de ficcionalidad implica considerar que, a pesar de que una persona no se engañe a sí misma, es consciente de la dificultad de construir la verdad a partir de su relato. (Ricoeur, 1998) Les proponemos profundizar esta relación entre narratividad, identidad y ficcionalidad a través de la siguiente lectura:

Borges y yo.

"Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías al arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.No sé cuál de los dos escribe esta página".[3]

Si bien se trata de literatura, esto es, de ficción, nada más elocuente que este texto para recorrer la dificultad de construir la verdad de quién es el autor a partir de su propio relato. Este texto nos habla de la identidad, de las identidades. El otro yo de Borges se diferencia de Borges y, al mismo tiempo, se iguala; es otro y es el mismo, es su causa y su efecto.El otro yo de Borges cuenta su historia y en ella aparecen muchas voces: su historia es polifónica. El otro yo de Borges es uno cuando se diferencia de Borges, quien, a su vez, también es otros: es profesor de una terna y es contado por otros en un diccionario de biografías, un diccionario lleno de historias. Asimismo, el otro yo de Borges es otro cuando se iguala, cuando comparte sus preferencias —los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson—, y cuando encuentra su justificación en su literatura.
Del mismo modo, nuestra historia personal son muchas historias. Nuestra identidad se construye a partir de los relatos que hacemos de nosotros mismos. Y estos relatos son diferentes según sean nuestros destinatarios, quienes no leen nuestras historias de la misma manera que nosotros nos leemos en ellas. A su vez, nuestras historias son contadas por otros. La multiplicidad de sentidos e interpretaciones abre un juego en el que nuestra identidad se confronta, se desestabiliza y se transforma.Nuestros textos se enfrentan con otros textos; las narrativas personales que nos constituyen están producidas y mediadas por otros en diferentes contextos sociales y con diferentes propósitos. Tal como resalta Jorge Larrosa:

"(...) quién somos como sujetos autoconscientes, capaces de dar sentido a nuestras vidas y a lo que nos pasa, no está más allá, entonces, de un juego de interpretaciones: lo que somos no es otra cosa que el modo como nos comprendemos; el modo como nos comprendemos es análogo al modo como construimos textos sobre nosotros mismos; y cómo son esos textos depende de su relación con otros textos y de los dispositivos sociales en los que se realiza la producción y la interpretación de los textos de identidad." [4]

Considerar que las prácticas discursivas de la auto-narración no son autónomas implica ser conscientes de que las mismas se producen en espacios sociales e institucionales. Las historias de nosotros mismos se desarrollan inter-textualmente en espacios que, con sus propios procedimientos, median y regulan las posibilidades de contarse, las interpretaciones de uno mismo, las posibles narraciones en las que uno se reconoce. Estos procedimientos son los que hacen contar a las personas sus vidas de determinada forma y en determinados contextos.

Es interesante pensar en este sentido qué nos pasa cuando narramos nuestras propias biografías escolares. Preguntarnos quién es el sujeto que escribe y quién es el sujeto que leemos en estas narrativas, construidas en un juego de identificaciones, relatos, imágenes, sentimientos que son ahora puestos en palabras y ofrecidos a un lector que nos reconozca.
Nuestra identidad se construye también en este ejercicio de memoria autobiográfica, donde podemos reconocer muchas raíces de nuestras prácticas y quehaceres actuales como docentes.

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[1] El material es producto de un curso organizado por FLACSO (Buenos Aires) que puede ser localizado en: http://lt.cwanet.com/latintraining/flacso/class/CURR/curriculumtrece_1d.htm
[2] Ricoeur, en su obra Tiempo y narración, desarrolla la noción de identidad a través de dos polos: el de la mismidad y el de la ipseidad. El primero refiere a aquello que da cuenta de una continuidad, de la estabilidad de la identidad. El segundo, abriendo a la identidad de una identidad nunca terminada, refiere a la promesa de sí mismo. La identidad narrativa se ubica entre estos dos polos, cada uno de los cuales puede ser más fuerte que el otro según las circunstancias. Su interés se centra en el intervalo entre esos polos, en la flexibilidad. Ricoeur, Paul (1987) Tiempo y Narración. México. Siglo XXI. Tomos I y II.
[3] BORGES, JORGE LUIS. "Borges y yo", en Rodríguez Monegal, Emir (1985), Jorge Luis Borges. Ficcionario. Una antología de sus textos. Fondo de Cultura Económica, México, pág. 351.
[4] LARROSA, Jorge (1996) La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y formación. Barcelona. Laertes, pág. 464.

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